viernes, 7 de junio de 2019

Largo do Campo Lindo

La primera vez que visité Oporto fue hace catorce años. Me invitó una amiga y me quedé más de un mes. Fue un flechazo. Me enamoré de los edificios medio en ruinas, de los azulejos en las paredes, de las escaleras con inclinaciones imposibles, de la musicalidad del idioma. Era un lugar tranquilo y pausado en el que nuca paraba de llover, pero ni siquiera eso me molestaba porque la lluvia iba a juego con el ambiente melancólico de la ciudad. Cuando me ofrecieron pasar un mes en Oporto haciendo mis prácticas en un taller cerámico, todos esos recuerdos volvieron a mi cabeza y no me lo pensé dos veces.
Llegué a principios de mayo y, durante días, las temperaturas pasaron de los 30 grados, sin rastro de nubes en el cielo. Me explicaron que era por el cambio climático, que el tiempo ya no era el mismo. Me sorprendió encontrarme edificios perfectamente restaurados dónde antes había casas en muy mal estado. Creí que era algo bueno hasta que me explicaron que  muchas empresas los han comprado para hacer alojamientos turísticos. En el centro de la ciudad no queda prácticamente ningún edificio, ni negocio que no esté destinado al turismo. Tampoco se escucha hablar portugués a nadie.
Me cuentan también que todo esto es por los vuelos low cost, que hay un proyecto de ampliación del aeropuesto de Lisboa y otros dos proyectos para construir aeropuertos nuevos en zonas agrícolas. Supongo que, cuando ya no haya campos para conrear, tendremos que empezar a comernos a los turistas.
Aunque mi visita a Oporto no ha sido una visita turística, no he podido evitar sentirme mal por ser parte de toda esa marabunta de extranjeros saturando la ciudad. He buscado lugares diferentes, barrios dónde aún vive gente que no está de vacaciones. Como esta casa situada en el Largo do Campo Lindo. He comprado en tiendas pequeñas, he hablado (más mal que bien) el idioma local y no he hecho ni una sola foto.
Dibujar es mi manera de conectar con un tiempo en el que viajar era una experiencia de inmersión y no de invasión.

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