jueves, 25 de octubre de 2018

El ritmo del agua

Hay quien dice que la prisa mata. Es una expresión que he escuchado varias veces sin que tenga una gran repercusión en nuestros ritmos de vida habituales. Lo experimentamos constantemente en nuestra mente acelerada, en nuestro cuerpo fatigado, pero seguimos corriendo, no vaya a ser que nos perdamos algo importante o entreguemos algo fuera de plazo.
Pero es cierto, la prisa mata.  
Hace unos años se descubrió una reserva enorme de agua fósil en las profundidades de una mina canadiense con una edad estimada de más de 2000 millones de años, casi la mitad de la vida del planeta Tierra. Este agua, procedente de lluvias antiquísimas, se fue acumulando en el subsuelo, quedando sellada y aislada durante todos estos años.
El agua fósil representa una fuente de agua dulce no renovable de la cual dependen en especial las zonas áridas del planeta. 
En ciertas zonas de África, donde los acuíferos de agua fósil son abundantes, el agua de las precipitaciones no es suficiente para mantener los ecosistemas y algunas plantas, con sus raíces profundas, tienen acceso a estas aguas para abastecerse. De su supervivencia depende también la supervivencia de estos ecosistemas.
En algunos países, la explotación y comercialización de este recurso ya hace tiempo que está en marcha. La financiación de la infraestructura necesaria para extraer estas aguas procede, muchas veces, de la explotación de otro recurso que deriva del trabajo lento y pausado de la naturaleza: el petroleo.
Consumimos recursos a una velocidad imposible de equilibrar por nuestro planeta.
La prisa mata.
Por eso, cuando no puedo evitar verme arrastrada por las impaciencias y urgencias en las que nos empeñamos en vivir, encuentro consuelo en el agua.
Me gusta quedarme absorta en el suave movimiento de las olas del mar, en el lento goteo de una fuente, en el sonido de la lluvia cayendo. Cuando la prisa me desconecta de mi ritmo natural, me gusta conectar con el ritmo del agua.

La Ponderosa

Ayer, en medio de todo el caos, me quedé atrapada con el coche entre dos rotondas cerradas, la de Corçà y la de la entrada a la Bisbal. Y ju...