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Digan lo que digan, toda creación es una creación colectiva. No sólo porque nuestras ideas son hijas de las ideas de otras personas, de invenciones pasadas que nos inspiran, sino también por el propio material que utilizamos para crear. Un simple lápiz necesita la madera de un árbol para ser creado. Y, a su vez, ese árbol existe en una íntima conexión con miles de seres microscópicos, con la luz del sol y el agua de la lluvia. Otras personas han ideado la manera de convertir el carbón, ese material producto de la descomposición de muchos otros vegetales, en la mina que dibujará nuestras ideas Y, así, podríamos seguir infinitamente hasta llegar a la conclusión que nuestra obra es una colaboración con todo el universo. Por eso, el pez melón quiere agradecer a los seres discretos que se dejaron retratar en su último dibujo.