sábado, 28 de marzo de 2015

El pez melón

Hoy es un día especial, voy a presentaros al pez melón. Os hablaré un poco de él y luego os mostraré alguna de las cosas que hace. Y, si os gusta, podéis pasaros por aquí de vez en cuando para ver que más ha hecho. Espero que lo que aquí se muestre os inspire, divierta, interese o cualquier cosa que consiga que valga la pena que volváis. Así que, sin más, aquí van algunas palabras sobre el pez melón...

El pez melón no es fácil de ver, se esconde.
Si lo encuentras, si lo miras, ya no está: desaparece, se camufla, nada hacia la oscuridad; es un pez de aguas profundas.

El pez melón vive en el agua, es su hábitat, su elemento; en él se mece, se acuna, está tranquilo. Resbala, no se compromete.

El pez melón podría no volver jamás a la superficie, olvidar todo lo que ha visto, sumergirse para siempre en sus movimientos lentos y acuosos, su mundo tranquilo y silencioso. Podría guardar, para siempre, sus secretos en la inmensidad del mar.
Pero no puede, se nutre de la tierra. La tierra lo ancla, lo sujeta y lo alimenta. Le obliga a salir, le envia, sutilmente, una llamada, un canto que le conduce a la superficie, a la luz del sol.

Así, el pez melón vive en la duda, la ambivalencia. Quisiera sumergirse y notar como los sonidos se atenuan, como la realidad pierde su consistencia en el medio líquido. Relajarse, dejarse llevar.
Pero quiere también clavar sus raíces en la tierra. Y notarla caliente. Y dejarse acariciar por el sol.
Esa es su lucha: desaparecer en la plácida oscuridad del mar o fundirse con la tierra y dar sus frutos.

De manera que no os sorprendais si veis al pez melón y desaparece. Vosotras no lo vereis pero seguirá ahí. Camuflado, escondido. Si teneis la paciencia suficiente, saldrá. Y podreis apreciar su belleza discreta, los secretos que esconde bajo las aguas y que brillan, en su máximo esplendor, bajo la luz del sol.

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