domingo, 27 de enero de 2019

Sant Genís

Esta es la iglesia de Sant Genís, en Torroella de Montgrí. La dibujé una mañana tranquila y soleada de finales de diciembre. Mientras la dibujaba, un señor se acercó a mi y se puso a observarme tapándome completamente la vista. Me interrogó largamente sobre el lugar dónde había nacido, el lugar del que venía y al que me dirigiría después de acabar el dibujo. La cuestión del espacio-tiempo era muy importante para él. Me preguntó el nombre, la edad, el género y no sé cuantas cosas más, todo esto sin moverse un ápice de dónde estaba a pesar de haberle comentado que no podía ver la iglesia si se ponía delante. Luego me contó que él mismo era dibujante también y abrió una carpeta llena de dibujos. Me los enseñó todos uno a uno y me mostró unos rotuladores con los que quiso que continuara el dibujo ya que, según él, eran mejores que los que estaba usando.
Sé que muchos artistas disfrutan de la interacción que se genera con la gente cuando dibujas en la calle. Para mi, no es especialmente agradable. Dibujar es un acto de conexión con lo que dibujo y suelo abstraerme mucho. En realidad podría pasar cualquier cosa cerca de mi y ni me enteraría.
Aun así, no deja de sorprenderme los puentes y las conexiones que el dibujo crea, hasta el punto que algunas personas sienten la necesidad de acercarse a hablar y compartir. Afortunadamente, no todos los encuentros son tan invasivos como éste.

100 maneras de dibujar un pájaro

Desde que me han regalado el nuevo libro de Felix Scheinberger "Ser ilustrador. 100 maneras de dibujar un pájaro o cómo desarrollar tu profesión", no puedo parar de dibujar pájaros. En realidad, podría pasarme el día sólo dibujando pájaros, peces y plantas, no necesitaría mucho más. Estos son tres pajarillos más para añadir a mi colección: dos carboneros y una estrilda naranja.

La Ponderosa

Ayer, en medio de todo el caos, me quedé atrapada con el coche entre dos rotondas cerradas, la de Corçà y la de la entrada a la Bisbal. Y ju...